jueves, 18 de septiembre de 2008

Finanzas: Un Caos bajo Control

El sistema financiero no colapsa, está de manera brusca cambiando de manos. Todo esto comenzó un poco antes del 11 de septiembre del 2001, pero fue en esa fecha cuando se acentuó la fuerza del caos organizado y controlado que hasta el día de hoy recompone la estructura de propiedad del planeta.

En la segunda mitad de los 90 inició una euforia por los valores de las empresas tecnológicas. Para el año 97 se podía comprar una acción y ver como en pocos días generaba rentabilidades del 40%. En meses pasaba una acción de Nokia de 8 a 60 dólares. La bolsa con acciones de internet y biotecnología produjeron fortunas incalculables. Para el año 99 comenzó una ligera consolidación. El mercado selecciono lo mejor, el resto pasó a mejores manos en forma de fusión o de compras corporativas. El temor del 2000 (mitos de colapso digital) que duró unos tres meses fue seguido de una mayor consolidación, hasta llegar a reventar la burbuja tecnológica. Se dejo de creer en las nuevas empresas y se trasladaron gran parte de las nuevas fortunas a las empresas de renombre (blue chip).

El 11 de septiembre desquebrajó la confianza hasta en esas leyendas de empresas anotadas en la bolsa, porque simplemente todo se derrumbó. La bolsa de NY apagó inesperadamente sus sistemas, millones de monitores de traders se paralizaron casi por una eternidad. Al encenderlos nuevamente se habían desaparecido herencias y fortunas. Lo más aterrante de eso fue el ver como en esas horas se había realizado el mejor negocio financiero que conocía la humanidad. Una sola persona había generado seguramente la fortuna más grande del planeta.  

El negocio de este desconocido (solo nombrado inicialmente por el investigador Tierry Meyssan), experto en finanzas y con redes y propiedades en todo el sistema financiero fue muy sencillo. En los mercados financieros se pueden transar derechos de diferente índole sobre una misma cosa. El desconocido, realizó casi todas las modalidades partiendo de una premisa mágica. “Yo conozco el futuro”. El innombrable pidió prestado días antes, en cantidades exorbitantes acciones de compañías de seguro y de aviación principalmente . Su obligación con los bancos consiste en regresar esa misma cantidad de acciones en plazos preestablecidos, eso sin importar el valor de las mismas. Vendió lógicamente antes del 11 rojo a precios normales y con el efectivo asi generado compró a la hora del pánico la misma cantidad de acciones, regresó dichas acciones a los bancos y se retiró dejando en aproximadamente una 730 mil cuentas bancarias el llamado valor del recuerdo de una unidad monetaria. Dirigió además este tipo de transacciones en mercados de opciones, futuros y en aquel tiempo ya populares Hedge Funds. Existe ya en la red evidencia suficiente sobre este atraco al planeta.

Al año 2002 el capital regreso a como es su naturaleza a la búsqueda de los valores de inversión del momento. El mineral del amor y los hogares. De este segundo valor se inflo poco a poco el mercado de créditos e hipotecas inmobiliarias que ahora vemos en su desplome arrastrar todo lo que se mueve. La conexión de las líneas de crédito que van desde quien recibió la casa (sin previo análisis) hasta los bancos prestamistas de bancos y las aseguradoras de las aseguradoras.

Lo que viene es la segunda escena de terror. Quien generó el atraco del 2001 junto con los fondos soberanos compran con sus incalculables reservas las mejores cartas del juego. La Unión Europea trata de resguardar de tales fondos de inversión al menos la mayoría de votos en aquellas empresas llamadas estratégicas. 

En pocos meses los turbantes llenaran las juntas directivas de las empresas financieras donde en los últimos ocho meses han ingresado fortunas soberanas que atentan con ser mayoritarias. Entre estos receptores se encuentra, Credit Suisse, el Citigroup, Bank of America, el Barclays Bank y el buen amigo HSBC Holdings, entre otros.


1 comentario:

Anónimo dijo...

lo mejor leido en la materia. Bastaria el enunciado del Boston Post para leerlo macivamente

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